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Extensión

Justicia educativa

Justicia educativa

Alberto F. Roldán


En su obra Esferas de la justicia, el filósofo judío-estadounidense Michael Walzer plantea a la educación como una de las esferas de la justicia distributiva. Walzer distingue entre “distribución simple” y “distribución compleja”. La primera, es cuando los bienes sociales, en este caso la educación, son suficientes para distribuirlos equitativamente entre los postulantes. Podemos pensar en 25 plazas para estudios en una escuela secundaria e igual cantidad de postulantes para acceder a ellas. Pero no siempre se da esa situación sino que, por el contrario, muchas veces las plazas son insuficientes para una enorme cantidad de postulantes.

La justicia educativa implica la búsqueda de mecanismos por los cuales el Estado pueda garantizar una educación a todos los ciudadanos, sin exclusión, evitando lo que generalmente ocurre: quienes proceden de los estratos más elevados de la escala social tienen acceso a una educación de alto nivel mientras que los que son de familias de escasos recursos tienen que conformarse con una educación mediocre. La justicia educativa también tiene que ver con la asignación de los presupuestos. La formación de las actuales y futuras generaciones no puede estar en manos del azar sino que debe programarse, incrementando sensible y sostenidamente los presupuestos para educación tanto en los ámbitos provinciales como nacionales. Pero ni siquiera eso es suficiente. Porque, como se ha difundido en los últimos días, la aplicación de los presupuestos en los ámbitos de la ciudad de Buenos Aires y en la nación ha sido tan lenta que se ha usado un mínimo de los porcentajes destinados al efecto. De modo que, a la elaboración presupuestaria debe ir unida la supervisión constante para que lo destinado a educación se aplique en la realidad.

Finalmente, la justicia educativa también tiene que ver con la asignación de cargos directivos y docentes. La equidad en la obtención de un cargo directivo y de un puesto docente en las instituciones educativas debe ser la resultante de llamados a concurso a los cuales puedan aspirar todas las personas potencialmente capacitadas para esas funciones. Junto con ello, debemos jerarquizar la función docente y no suplantarla con expresiones que, mediante la apelación a un lenguaje religioso, defina a la docencia como “un apostolado”. Los maestros y maestras, los profesores y profesoras son personas de carne y hueso con necesidades psíquicas, sociales y económicas que no pueden ser sustituidas mediante expresiones como: “lo tuyo es un apostolado”, “lo tuyo es un servicio a la sociedad”, “lo tuyo es una vocación”. Se trata de terminologías que funcionan como mecanismos ideológicos que, como tales, esconden la realidad y tienden a la aceptación del statu quo educativo.

A modo de síntesis: la justicia educativa abarca todo el abanico de problemas que enfrenta la educación como fenómeno social: asignación de plazas de estudio, crecimiento presupuestario, aplicación concreta de los presupuestos y dignificación de la tarea docente. En algún sentido esto también representa lo que Jesús dice en el Evangelio: “Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6.33). En otras palabras: luchar por la justicia educativa es una forma de la presencia del reino de Dios en nuestra sociedad.


Alberto F. Roldán. Doctor en Teología. Master en Ciencias Sociales. Asesor de la Tecnicatura en Teología Comunitaria en el CENV.

Ramos Mejía, 1 de septiembre de 2010.


Sus blogs:

http://teologiapoliticaysociedad.blogspot.com/

http://karlbarthenlatinoamerica.blogspot.com/



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